Acaba de cumplirse el centenario de una de las explosiones que más ha traído de cabeza a los científicos, me refiero a la explosión de Tunguska, en Siberia.
Hoy sólo voy a poner cuatro líneas para mantener el recordatorio de tan extraño acontecimiento, más adelante ya colgaré un post con los detalles sobre el caso.
Era la noche del 30 de junio de 1908 cuando una horrísona explosión sacudió Siberia. Según algunos investigadores la fuerza de la explosión fue superior a las bombas atómicas y en algunos puntos de Rusia y Europa se pudo llegar a vislumbrar el resplandor a un nivel tal que, en algunos casos se podía llegar a leer sin necesitar la luz artificial. Se detectaron ondas de choque sísmicas y perturbaciones electrostáticas y electromagnéticas. La explosión llegó a incendiar y derribar árboles en más de 2000 kilómetros cuadrados de extensión, notándose los efectos de la onda expansiva a más de 300 kilómetros de distancia y encontrándose en la zona verdaderas muestras de radiactividad.
Los relatos de los testigos, anteriores a 1914, nos hablan de un efecto parecido al hongo de las explosiones nucleares. Algunos de estos testigos murieron varios años después de la explosión, aquejados de una enfermedad cuyos síntomas recordaban a la leucemia provocada por las radiaciones atómicas.
A partir de 1927, algunas expediciones soviéticas exploraron la zona de la explosión en busca de los restos de lo que la podía haber provocado. No se hallaron rastros de ninguna clase que recordasen el impacto de un meteorito, que era la teoría más aceptada. En 1963 esta zona poseía una radiactividad superior a la media en la región.
Pero ¿Qué fue realmente lo que explotó en aquel remoto paraje de Siberia?
Las teorías que han intentado explicar el origen de la explosión son muchas y variadas.
La más aceptada durante mucho tiempo, como he mencionado más arriba, fue la de un meteorito, de un relativo pequeño tamaño, que colisionó con la Tierra, aunque hoy todavía falta encontrar una prueba básica para refrendarla: los restos del meteorito. Para soslayar este inconveniente se llegó a aducir que el propio meteorito se desintegró justo antes de colisionar con el suelo.
Otras teorías también se refieren a cuerpos que chocaron con la tierra, como asteroides varios, trozos de antimateria y el más pintoresco, y que estuvo muy en boga entre los círculos de los ufólogos de los años 60 y 70, es el tan manído platillo volante estrellado. De ese alienígena artefacto tampoco quedaron las cenizas y mucho menos los restos de sus ocupantes.
Hoy día lo más aceptado por la comunidad científica es que probablemente la explosión fuese el resultado de la colisión de un fragmento de cometa o bien de un cometa de pequeño tamaño compuesto principalmente de hielo y polvo, haciendo que gracias a esto se evaporizara sin dejar rastro tras la explosión.
La realidad es que algo pasó y explotó en Siberia en 1908 destrozando una importante área de la taiga y el bosque siberiano. Aún se están barajando muchas hipótesis, pero parece ser que la más plausible es que un cometa estallara disolviéndose.
Por ahora sólo nos queda recordar el centenario de tan infausto acontecimiento.
Propicios días.
Gilgamesh.